Sobre el camino Benjamín Bojórquez Olea. No es ningún secreto para muchos sinaloenses el funcionamiento de los congresos locales, pues es e...
Benjamín Bojórquez Olea.
No es ningún secreto para muchos sinaloenses el funcionamiento de los congresos locales, pues es el órgano en el que se deposita el Poder Legislativo de una entidad federativa, además, de ser el órgano en el que reside la potestad de hacer y reformar leyes, así como también está integrado por representantes populares electos por principios de mayoría relativa y de representación proporcional y se renueva cada tres años, pero aquí existen paradojas reveladoras como una serie de Netflix. Sin un congreso local competente no hay desarrollo, solo una representación legislativa de utilería. El próximo primero de octubre rendirán protesta los nuevos diputados integrantes de la LXI Legislatura. 40 cabezas que se proponen hacer valer la abigarrada pluralidad política de la entidad en “la casa del pueblo”, y revisar y aprobar el desempeño del Poder Ejecutivo; es decir, los resultados de las acciones del gobernador. Al final del día todo resulta ser una ficción de papel. Los 24 diputados de mayoría se homologan en unos pocos intereses y se olvidan del distrito y de los electores que en mala hora los encumbraron. Los 16 restantes no tienen ninguna responsabilidad más que con sus partidos. Los más habilidosos se valen de la investidura para hacer chambas de “lobbistas”, lo que en buen mexicano se denomina moches. Los de mayoría se refugian en los municipios del distrito cuyos presidentes pagan una renta mensual dizque para gastos de gestión en el distrito. Siempre bajo la promesa de “bajar” presupuestos y programas extraordinarios. La aprobación de las cuentas públicas municipales es una tentación sujeta a grandes negociaciones. La categoría superior, entre dos o tres diputados, son los que marcan el ritmo legislativo. Ese ritmo legislativo lo marcará desde su curul, el diputado electo, Feliciano Castro Meléndrez, el que será Coordinador de la Junta de Coordinación Política del congreso del estado en Sinaloa. Viene entonces la fractura gobernantes-gobernados. Apenas hace falta recordar que la pluralidad más densa se encuentra en los pueblos más alejados, y su régimen de gobierno. Una persistencia obstinada de muchos años. Empero, de entre los 40 diputados no hay uno solo que encarne el verdadero sentir de la sociedad. Ni ahora ni antes. Hay, eso sí, impostores, pero no representantes legítimos. Luego entonces la representación legislativa es de utilería. Porque las desigualdades no solo son económicas, son eficazmente políticas. Una democracia electoral contrahecha, que excluye a los primeros habitantes de este territorio denominado Sinaloa. El Legislativo es la oficialía de partes más eficiente del Ejecutivo en turno (ver indicadores de leyes aprobadas).
GOTITAS DE AGUA:
Ante todo, este escenario de cine en los congresos y respectivamente en Sinaloa: la desigualdad en el ejercicio de derechos es la política mejor institucionalizada. No es el sacrosanto principio de la división de poderes. En este punto se puede rastrear y encontrar el origen y causa de todos los males. Como ha sido históricamente, el partido gobernante se las ha arreglado, tal vez por lo bajo, para mantener la mayoría. Entonces el poder Ejecutivo, libre de contrapesos institucionales, y de la legalidad jurada, de respetar y hacer respetar, se traduce en un poderoso autócrata. Gobierno de un solo hombre, de quien se hace depender vidas y fortunas, sin distinciones de nada, porque sus facultades son metaconstitucionales. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…