Sobre el camino Benjamín Bojórquez Olea. Por encima del título de mi columna el día de hoy se encuentra el “Rey del Todo”, sí, el que oblig...
Benjamín Bojórquez Olea.
Por encima del título de mi columna el día de hoy se encuentra el “Rey del Todo”, sí, el que obliga a sus seguidores y miembros de su partido de la 4T a realizar acciones incongruentes por una taja económica o simplemente por supervivencia política. Cada quien es libre de realizar acciones y elegir dónde pone su atención y tiempo, pero todo tiene causa y consecuencia. Cada persona, cada punto en el espacio, tiene su propia perspectiva, su propia representación y motivación, su sentido de voluntad, su sentido común. Nuestras acciones buscan satisfacer nuestros deseos, de forma simple y directa, podemos decir que todo lo que hacemos está en función de generarnos placer. Un placer no siempre y únicamente físico, sino también moral o bien, espiritual. Incluso cuando sacrificamos nuestro bienestar y congruencia por el de otro, lo hacemos de forma egoísta, porque el bienestar del otro nos genera placer, quizá no inmediato, pero placer, a fin de cuentas. De esto no hay escape y no es necesario que lo haya, el único escape sería la soledad y el ascetismo, la renuncia máxima, la iluminación de toda religión y realidad. Pero no podemos hacer del mundo y la humanidad un gran monasterio, como dice el poema de John Donne, “ningún hombre es una isla entera por sí mismo”. ¿O sí señor Presidente? Estamos conectados, somos animales sociales, necesitamos de la convivencia y la interacción con nuestros iguales y el entorno, aunque esto no impida que cada persona se sienta protagonista de su propia historia, cada novia es la primera, única y última en casarse. Más que renunciar al egoísmo, a ese protagonismo, debemos ampliar nuestra perspectiva, ser egoístas al servicio de los demás. Debemos asomarnos a lo que está más allá de lo que nos es inmediato, es decir, más allá de nuestro cuerpo y nuestra identidad para empezar a sentirnos parte de algo más grande, algo más complejo, el mundo de la política y la naturaleza con la humanidad incluida. Esto de tal forma que los logros ajenos en beneficio del conocimiento y del bienestar ambiental, sean nuestros logros, de tal forma que las desgracias del otro, sean también nuestras desgracias. No es ser un pelele de lo y los demás, sino es reconocer que estamos en un sistema agrocratico, somos parte de él y que cada acción individual repercute en el sistema como conjunto. Cada cosa que consumimos, que ocupamos, es causa y consecuencia de otra. Cada aplauso, cada queja, todo, absolutamente todo, está entrelazado a algo más. Esto es inherente a cualquier sistema cerrado, toda perturbación en el sistema afecta al sistema en sí. La ley de la conservación de la energía también aplica aquí, no existen cambios aislados. No pretendo caer en el mensaje pseudo-espiritual, que creo ni el prefijo pseudo merece, de que somos Uno con la naturaleza y debemos abrazar árboles. Sino que, si somos “Uno” con la naturaleza, es porque somos parte de ella, es nuestro atributo, sin ella no podemos existir porque le pertenecemos, punto. Por más lógico que esto sea, parece que no lo hemos querido o podido aceptar, pues bien, para aceptar algo se requiere entenderlo y entender requiere pensar, pero a nadie le gusta pensar. Pensar es caer en contradicción consigo mismo, es renunciar a lo preconcebido y ser pragmático, es, hacer un esfuerzo y, finalmente, pensar es gastar energía. Por la misma razón que nos da flojera reciclar, hacer ejercicio o el simple hecho de caminar, nos da flojera pensar, no queremos gastar energía, ni en forma de glucosa u otras moléculas ni con el uso de nuestro tiempo. Pero no se puede acaparar la verdad, no somos ni podemos ser estáticos, ya sea por limitantes corpóreas-evolutivas o por nuestros propios impulsos, estamos condenados al movimiento y al cambio. Siempre queremos hacer algo con esa energía, con ese tiempo y es en aquella decisión, en ese querer, donde nos diferenciamos. Dónde ponemos nuestra atención, cómo gastamos nuestro tiempo y nuestra capacidad, es lo que nos individualiza, nos hace protagonistas. ¿Cuál es el límite y hasta dónde repercute este protagonismo presidencial? Repercute a que muchos actores políticos mientan y que se unan a filosofías muertas. Pero eso dependerá de muchos factores, gran parte externos y gran parte internos, pero ninguno aislado en sí mismo. Aunque nuestra experiencia del mundo nos es exclusiva a nosotros mismos, es decir, no puedo ver el mundo con otros ojos que no sean los míos, no significa que todo gire en torno a mi persona, o encausar los mismos evangelios del Presidente. Todos somos protagonistas de nuestra propia historia porque es la única que hemos de vivir, pero eso no nos limita a no poder considerarnos parte de algo más y procurar por el bienestar del planeta y sus ocupantes. Ejemplifico esto con una pequeña escala de luchas protagónicas, empezando unos escalones arriba del ciudadano promedio, yendo de lo individual a lo plural, de lo “controlado” a lo caótico.
GOTITAS DE AGUA:
Señores políticos de la 4T en Sinaloa incluyendo a todas las fracciones políticas del país, lo que pensamos como meta, es decir, la inmediatez del placer y el apego a la comodidad y realidad, nuestro protagonismo, se ha de volver y es que ya es, la causa de nuestra propia caída y privación de ese mismo placer. Así como realizar un llamado a la consulta para enjuiciar a los ex presidentes por antojo político y no por ley del nativo de Tabasco, pueden terminar siendo magnánimos y desprestigiarse mutuamente; así como Andrés Manuel López Obrador por juzgar podrá ser juzgado; como por aferrarse al espacio nos quedemos sin Tierra. Así, nuestro sentirnos protagonistas, centros del mundo con todo lo demás en segundo plano, buscando placeres inmediatos sin tomar en cuenta el entorno y a los otros, pueden y serán nuestra perdición. Cada quien es libre de realizar acciones y elegir dónde pone su atención y a qué dedica su tiempo público, pero debemos siempre tener presente que nadie es una isla, que todo lo que hacemos tiene causa y consecuencia. Debemos renunciar a ese protagonismo dañino y reconocernos como parte de un sistema, solo una pieza más. Dirían los maestros “jesuitas”, ser para los demás. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…