Ad Honorem Alger Uriarte Zazueta El teatro de la política encierra las formas de encarar el posmodernismo actual en el cosmos gubernamental...
Ad Honorem
Alger Uriarte Zazueta
El teatro de la política encierra las formas de encarar el posmodernismo actual en el cosmos gubernamental. La gestión, acción u omisión de los servidores públicos y de las burocracias; sus decisiones, alcances o desviaciones, se colocan en tiempo real al escrutinio de los gobernados, quienes están prestos a reconocer los buenos gobiernos, y son también jueces severos ante la ineficacia y deshonestidad. En estos parámetros y sus extremos prevalece contundente una autoridad imprescindible: la ciudadanía.
¡El tiempo exigente sigue inalterablemente su marcha..!
¡La política en la teatralización de lo gubernamental como dogma supremo de la vida institucional!
¿Quién comanda la escena?
Teatro y política exigen entrega completa. Adquirir capacidades, habilidades, talento, conocimiento y oficio, llevan tiempo y dedicación. En el gran drama, son distintos los roles; a pesar de ello, no es ámbito para cualquiera. Se debe estar provisto de templanza y vocación. Cuando hay improvisación en los personajes, la ineptitud e insuficiencias son evidentes, se respira inexperiencia en cada paso, pueden camuflarse, pero no es suficiente, en la espontaneidad surgen los desaguisados. Hay que revolotear entre los bastidores. No se puede incursionar tardíamente en la vida política teatral para la que quizás no se nació.
Las prisas que se observan en la vida cotidiana, en la actividad productiva y laboral, no son los apuros de vida pública. El teatro requiere cuidadosa organización, montaje, escenografía, luces, sonido, ambientación...La política es el escenario de esas virtudes estéticas y artísticas, en las que los personajes despliegan su formación y carácter, su envoltura y aptitudes; tiene sus ritmos, sus momentos.
¡Los descansos son para organizarse, velar armas!
Conocer los tiempos es una condición necesaria para el político y gobernante; saber lo que se puede y lo que se debe hacer al asumir la entrada en el juego, para maniobrar con mayor certeza y aminorar riesgos. Buscar que, en el esfuerzo propio, en la legítima búsqueda de un ideal, quepan la satisfacción individual con el buen servicio colectivo al que llama el deber público. ¡Esa es la bienaventuranza política ideal!
Los instantes políticos marcan con precisión sus horas... y sus destinos; son parte de la máquina del tiempo, más perspicaces que los maestros relojeros.
¡Política con políticos para los tiempos difíciles! ¡Mujeres y hombres, jóvenes y veteranos de carne y hueso! con atributos revestidos de sensibilidad y confianza en sí mismos, que comprendan el servicio público y su dimensión social, como espacio de gestión, de aplicación de saberes e inteligencia hacia la eficiencia y responsabilidad. Quien llega no debe ser tentado por la corrupción de influencias externas. Enorme desafío es mantener la congruencia personal e institucional para soportar las presiones y tentaciones del espíritu, con errores y desaciertos, como es común, pero sin mezquindades.
El teatro es un consecutivo de actores y obras; no es lo más adecuado asumir tareas con una mala conciencia; reconocer las luces de las herencias y la ortodoxia efectiva demostrada por las carteleras pasadas; por el elenco que, antes o en lo inmediato, fueron valiosos en la constelación teatral. Menester es plantarse con el mínimo civilizatorio del respeto y cortesía en la responsabilidad encomendada. No distraerse de los objetivos esenciales ni extraviarse en conflictos innecesarios.
Continuará...