Sobre el camino Benjamín Bojórquez Olea Respaldar a los Castro y los Chávez-Maduro no es del mejor interés de la patria, todo lo contrario....
Sobre el camino
Benjamín Bojórquez Olea
Respaldar a los Castro y los Chávez-Maduro no es del mejor interés de la patria, todo lo contrario. La desesperación cunde en las filas del régimen obradorista. Ideas van y vienen sobre el futuro y la mermada credibilidad de un gobierno que simplemente no da. Los alaridos de triunfo del pasado seis de junio dan paso a la realidad impuesta por el Presidente: Morena ganó en donde no había gobernado y perdió mayormente en donde ya había sido gobierno. Es innegable que el desgaste del ejercicio del poder viene junto con todo el paquete, pero la mala elección de candidatos que no en pocas ocasiones han sido antítesis de los ideales morenista y en muchas más los han terminado traicionando, se suma a la pésima ejecución administrativa y operativa en donde son autoridades. A diferencia de gobiernos anteriores en donde el presupuesto federal era ostensiblemente visible en la obra pública a lo largo y ancho del país, hoy este ejercicio sano de reparto de los dineros se ha quedado circunscrito a Tabasco y alguno que otro estado del sureste de México. No es casual que el principal reclamo de los “gobers-rebeldes” sea un presupuesto con una visión federalista de justicia, y que el único que hasta ahora está cuasi rompiendo esa andanada es Samuel García, gobernador electo de Nuevo León quien se ha acercado a Palacio Nacional más que por institucionalidad, por necesidad ante el caudal de acusaciones y el riesgo de perder lo ganado. En fin, la gran transformación prometida solo ha sido la misma gata revolcada en el lenguaje coloquial del respetable. Estos horizontes unidos al pésimo manejo de la pandemia, constatado por estudios y publicaciones como por ejemplo The Lancelet, que nada dicen más que las 500 mil personas muertas en las cifras por exceso de mortandad, situando a nuestra suave patria en el nada honroso cuarto lugar mundial en este rubro, así como la insensibilidad franca de los funcionarios públicos al minimizar la falta de medicamentos como es el caso de Alcocer y López Gatell, secretario y subsecretario de Salud con papeles invertidos y nada claros en su responsabilidad; la protección de los responsables de la tragedia de la Línea 12 del Metro y los acuerdos de impunidad pactados con las empresas y funcionarios responsables; una crisis económica que inició el primer día de este sexenio y que no se ha detenido a tres años del arranque amenazando con transformarse en algo endémico, más todos los etcéteras acumulados como las cifras históricas del avance de la delincuencia y sus más de 80 mil muertos el año pasado, unido con pegado a las balaceras que simplemente no cesan. Un ejército cada vez más desviado y alejado de las labores que lo han hecho una de las instituciones con mayor respeto del estado mexicano, metido ahora de lleno en la obra-construcción pública y privada, y a un corto paso de hacerse responsable de la seguridad interna vía la guardia nacional con las agravantes que conllevan militarizar a una nación tradicionalmente civil, por lo menos en los últimos cien años. Todo sumando a la enorme crisis que carga el gobierno o régimen que actualmente nos gobierna. Andrés Manuel López Obrador lo anunció en días pasados, bajo la mirada y el oído complaciente de Isabel Allende y otros enviados del pasado que poco o nada tiene que ver con los ideales bolivarianos, pero que lamentablemente los han utilizado como ha sido el caso de Venezuela y su dúo Chávez-Maduro para ser tapadera de sus afanes dictatoriales y de la pobreza de sus pueblos. Sin ningún modelo justificable económico y sin resultados palpables de gobierno, acuden al último trampolín: presentarle al pueblo una visión unificadora, astuta y lasciva que poco o nada tiene que ver con nuestras realidades y necesidades, pero sí mucho con la sobrevivencia de un régimen y un estilo de gobernar que, necesita justificarse ante la historia y ante las y los millones de personas que creyeron en él, pero que les han fallado estrepitosamente. El llamado a eliminar la OEA y reemplazarla por un organismo que solo existe en la mente febril de las naciones enfrentadas a Estados Unidos simplemente carece de cualquier lógica y, sobre todo, de lo que conviene a los intereses de México. Andrés Manuel se enfrenta hoy a un gobierno que ha sido más generoso, por lo menos en las formas, con México que lo fue el anterior. Biden no es Trump, pero sin importar esto, la nueva oligarquía mexicana enfila de frente y embiste al actual Presidente estadounidense sabedor de que muchos mexicanos caerán en la misma trampa de ese histórico llamado anti gringo al que han acudido no pocos presidentes cuando ven que se les están quemando los frijoles, como es el caso. Nada importa que, económicamente, con datos reales y no inventados como se han acostumbrado últimamente, la calidad y el nivel de vida de los mexicanos haya aumentado exponencialmente desde que se firmó el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLC) a principios de los años noventa. Millones de compatriotas viven hoy mejor gracias a esta relación con los vecinos del norte y no por las amistades cuchas con regímenes como los de Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros más que se encuentran en el glosario de la pobreza democrática y económica. Respaldar a los Castro y los Chávez-Maduro no es del mejor interés de la patria, sino todo lo contrario. Pero lo anterior no importa si de sobrevivir se trata y eso es lo que hoy se juegan los obradoristas, ojo, que no los morenistas.
GOTITAS DE AGUA:
De no detener la descomposición que va en aumento por el mal gobierno que hoy tenemos, en un futuro podríamos estar utilizando el mismo cliché de culpar a los Estados Unidos de todos nuestros males, en vez hacer responsables de las malas decisiones a las personas que nos han gobernado, como es el caso. Bien dicen que nadie experimenta en cabeza ajena. “Al tiempo”. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…
