Sobre el camino Benjamín Bojórquez Olea En México y mi querido Sinaloa, abrir escuelas pondría en riesgo a la niñez y juventud mexicana, as...
Sobre el camino
Benjamín Bojórquez Olea
En México y mi querido Sinaloa, abrir escuelas pondría en riesgo a la niñez y juventud mexicana, así como maestros y personal administrativo, además, de que muchas escuelas no cuentan con la sanidad que se requiere. Así lo dijo de forma lapidaria el Presidente. “Habrá regreso a clases presenciales «llueva, truene o relampaguee”» pese a la tercera ola de COVID-19 que aqueja al país y al recelo de algunos maestros. Y en el párrafo siguiente: “Vamos a reiniciar las clases, va a iniciar el nuevo ciclo escolar a finales de agosto. Llueva, truene o relampaguee no vamos a mantener cerradas las escuelas. Ya fue bastante”. Y líneas abajo: “México es con Bangladesh el país que más tiempo lleva con las escuelas cerradas y esto no es bueno”. Estoy de acuerdo que la educación es la base medular para el crecimiento de un país, pero cuando hay condiciones y no se pone en riesgo la vida del ser humano, porque la adecuación y comunicación de riesgo ha sido considerado por analistas internacionales y nacionales una verdadera barbarie por parte de las autoridades. Creo que todos los mexicanos estamos de acuerdo con esta posición presidencial, en particular, los propios estudiantes y los padres de familia. No creo que sean muchos los que piensen que el regreso a las clases presenciales es perjudicial o irrelevante para el país; que con las escuelas cerradas y los estudiantes recibiendo una educación a distancia de muy dudosa calidad, estamos requetebién. La inmensa mayoría está convencida de que el regreso a clases es una prioridad nacional. El Presidente no está descubriendo el hilo negro. Justamente por eso, todos nos sorprendemos de que aun conociendo esa urgencia y la difícil situación de salud pública en que nos hallamos por la pandemia de Covid-19, ni el Presidente ni la Secretaría de Educación Pública hayan hecho nada serio, nada realmente eficaz para garantizar que el retorno a clases no sea terreno abonado para una mayor propagación del virus y el consiguiente incremento de muertes, ahora entre la población estudiantil y magisterial. ¿Es eso ser un enemigo del cambio y del Presidente López Obrador? ¿No nos basta con ser ya el cuarto país del mundo en número de decesos por el coronavirus? De ser así, el único responsable de una barbarie será el Presidente y dueño de la verdad absoluta. El peligro es real y es serio. Con base en cifras oficiales sobre la evolución de la pandemia, se puede asegurar que el gobierno nunca ha tenido el control epidémico, nunca logró domar la pandemia, ni aplanó la curva, ni acabó la primera oleada. Los contagios al día de hoy, cuando la cifra oficial es de 2 millones 693 mil 495 casos, en realidad tenemos 77.8 millones; y las muertes, que, según las mismas cifras, anoche llegaron a 273 mil 207 y contando, hay que multiplicarlas por 2.18, que da un total de 517 mil 111, en línea con el exceso de mortalidad. Hablando de la “tercera ola” que nos amenaza, los contagios volvieron a alcanzar máximos de esta oleada, 15 mil 198, que no se vieron en la primera cuando nunca se rebasaron los 10 mil, y las muertes (ayer) llegaron a 397. Datos más recientes informan de que los contagios superan ya las 16 mil víctimas diarias y que las muertes se duplicaron en una semana, rebasando los 400 decesos. Según medios internacionales, la “nueva ola” se debe a una variante del Sars-CoV-2, llamada “Delta”, más agresiva y contagiosa que la primera y que ataca también a niños y jóvenes. ¿No se han puesto a pensar en Sinaloa si llegaran a morir niños o jóvenes en plenas escuelas? Y todo por capricho presidencial. Por citar otros datos. Tampoco es posible reabrir las escuelas sin que la autoridad correspondiente garantice que en todas hay agua corriente, drenaje sanitario funcional, energía eléctrica, ventilación adecuada, de preferencia con filtros del aire en cada salón, sanitización diaria de los locales con mayor afluencia de estudiantes y personal, incluidos cafetería y restaurante si los hay, del transporte escolar y de canchas, teatro o gimnasios. Por último, es indispensable dosificar la asistencia diaria de estudiantes de acuerdo con la capacidad del aula con objeto de asegurar la sana distancia entre ellos. No es fácil controlar a un adolescente, más difícil será controlar a un niño que no mide la capacidad de riesgo. ¿Qué de todo esto se tiene garantizado en las escuelas en Sinaloa? Está bien documentado que un número significativo ha sufrido daños cuantiosos, de mayor o menor gravedad, como consecuencia del largo tiempo que han permanecido cerradas, sin ningún tipo de mantenimiento o siquiera de limpieza. Muchas de ellas han sido vandalizadas y los delincuentes se han llevado computadoras, material de laboratorio, mesas, sillas y escritorios, inodoros, cables de cobre de las instalaciones eléctricas, han roto u obstruido el drenaje. ¿Cuántas de estas escuelas de todo Sinaloa han recibido el mantenimiento requerido? ¿Cuántas están realmente listas para recibir sin peligro a sus estudiantes? ¿Están atacando el riesgo con todas las medidas sanitarias? Las preguntas se imponen, porque ni el Presidente ni la secretaría de salud ni la secretaría de Educación Pública tanto federal como local han informado nunca, detallada y suficientemente, sobre estas cuestiones. Se han limitado a hablar de un retorno gradual para garantizar la sana distancia; que el regreso a clases será voluntario y que la reapertura de cada escuela será libremente decidida por los padres de familia y la comunidad escolar. Han hablado del gel antibacteriano, la toma de la temperatura y el uso de cubrebocas, pero no precisan quién se hará cargo del aprovisionamiento de esos materiales. Es fácil ver que el retorno voluntario y la apertura democráticamente decidida de cada escuela, aun en el caso de que sean ciertos, no resuelven las carencias de que hablamos ni eliminan, por tanto, el peligro que corre la salud de la comunidad escolar. Se trata de una astuta maniobra para echar sobre padres, madres y comunidad una responsabilidad que es, claramente, del gobierno y de la SEP.
GOTITAS DE AGUA:
En su desmesurada egocracia del Presidente, está dispuesto a jugarse la vida de la flor y nata de la juventud mexicana y de buena parte de los intelectuales al servicio de la educación, (los maestros), con tal de vencer y humillar a sus supuestos enemigos. ¿Tiene derecho el Presidente a hacerlo? ¿Tiene derecho cualquier gobierno, cualquier gobernante del mundo, a apostar la vida de sus ciudadanos con tal de imponer a rajatabla su voluntad? Evidentemente que no. Y hacerlo es no solo un grave error, sino un delito que, en última instancia, deberá impedir el pueblo consciente y organizado. La tarea, por tanto, es esa: educarnos y organizarnos para tomar en nuestras manos las riendas de la nación. Para el bien de todos sus hijos. Sin excepciones. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos el Lunes”…
En México y mi querido Sinaloa, abrir escuelas pondría en riesgo a la niñez y juventud mexicana, así como maestros y personal administrativo, además, de que muchas escuelas no cuentan con la sanidad que se requiere. Así lo dijo de forma lapidaria el Presidente. “Habrá regreso a clases presenciales «llueva, truene o relampaguee”» pese a la tercera ola de COVID-19 que aqueja al país y al recelo de algunos maestros. Y en el párrafo siguiente: “Vamos a reiniciar las clases, va a iniciar el nuevo ciclo escolar a finales de agosto. Llueva, truene o relampaguee no vamos a mantener cerradas las escuelas. Ya fue bastante”. Y líneas abajo: “México es con Bangladesh el país que más tiempo lleva con las escuelas cerradas y esto no es bueno”. Estoy de acuerdo que la educación es la base medular para el crecimiento de un país, pero cuando hay condiciones y no se pone en riesgo la vida del ser humano, porque la adecuación y comunicación de riesgo ha sido considerado por analistas internacionales y nacionales una verdadera barbarie por parte de las autoridades. Creo que todos los mexicanos estamos de acuerdo con esta posición presidencial, en particular, los propios estudiantes y los padres de familia. No creo que sean muchos los que piensen que el regreso a las clases presenciales es perjudicial o irrelevante para el país; que con las escuelas cerradas y los estudiantes recibiendo una educación a distancia de muy dudosa calidad, estamos requetebién. La inmensa mayoría está convencida de que el regreso a clases es una prioridad nacional. El Presidente no está descubriendo el hilo negro. Justamente por eso, todos nos sorprendemos de que aun conociendo esa urgencia y la difícil situación de salud pública en que nos hallamos por la pandemia de Covid-19, ni el Presidente ni la Secretaría de Educación Pública hayan hecho nada serio, nada realmente eficaz para garantizar que el retorno a clases no sea terreno abonado para una mayor propagación del virus y el consiguiente incremento de muertes, ahora entre la población estudiantil y magisterial. ¿Es eso ser un enemigo del cambio y del Presidente López Obrador? ¿No nos basta con ser ya el cuarto país del mundo en número de decesos por el coronavirus? De ser así, el único responsable de una barbarie será el Presidente y dueño de la verdad absoluta. El peligro es real y es serio. Con base en cifras oficiales sobre la evolución de la pandemia, se puede asegurar que el gobierno nunca ha tenido el control epidémico, nunca logró domar la pandemia, ni aplanó la curva, ni acabó la primera oleada. Los contagios al día de hoy, cuando la cifra oficial es de 2 millones 693 mil 495 casos, en realidad tenemos 77.8 millones; y las muertes, que, según las mismas cifras, anoche llegaron a 273 mil 207 y contando, hay que multiplicarlas por 2.18, que da un total de 517 mil 111, en línea con el exceso de mortalidad. Hablando de la “tercera ola” que nos amenaza, los contagios volvieron a alcanzar máximos de esta oleada, 15 mil 198, que no se vieron en la primera cuando nunca se rebasaron los 10 mil, y las muertes (ayer) llegaron a 397. Datos más recientes informan de que los contagios superan ya las 16 mil víctimas diarias y que las muertes se duplicaron en una semana, rebasando los 400 decesos. Según medios internacionales, la “nueva ola” se debe a una variante del Sars-CoV-2, llamada “Delta”, más agresiva y contagiosa que la primera y que ataca también a niños y jóvenes. ¿No se han puesto a pensar en Sinaloa si llegaran a morir niños o jóvenes en plenas escuelas? Y todo por capricho presidencial. Por citar otros datos. Tampoco es posible reabrir las escuelas sin que la autoridad correspondiente garantice que en todas hay agua corriente, drenaje sanitario funcional, energía eléctrica, ventilación adecuada, de preferencia con filtros del aire en cada salón, sanitización diaria de los locales con mayor afluencia de estudiantes y personal, incluidos cafetería y restaurante si los hay, del transporte escolar y de canchas, teatro o gimnasios. Por último, es indispensable dosificar la asistencia diaria de estudiantes de acuerdo con la capacidad del aula con objeto de asegurar la sana distancia entre ellos. No es fácil controlar a un adolescente, más difícil será controlar a un niño que no mide la capacidad de riesgo. ¿Qué de todo esto se tiene garantizado en las escuelas en Sinaloa? Está bien documentado que un número significativo ha sufrido daños cuantiosos, de mayor o menor gravedad, como consecuencia del largo tiempo que han permanecido cerradas, sin ningún tipo de mantenimiento o siquiera de limpieza. Muchas de ellas han sido vandalizadas y los delincuentes se han llevado computadoras, material de laboratorio, mesas, sillas y escritorios, inodoros, cables de cobre de las instalaciones eléctricas, han roto u obstruido el drenaje. ¿Cuántas de estas escuelas de todo Sinaloa han recibido el mantenimiento requerido? ¿Cuántas están realmente listas para recibir sin peligro a sus estudiantes? ¿Están atacando el riesgo con todas las medidas sanitarias? Las preguntas se imponen, porque ni el Presidente ni la secretaría de salud ni la secretaría de Educación Pública tanto federal como local han informado nunca, detallada y suficientemente, sobre estas cuestiones. Se han limitado a hablar de un retorno gradual para garantizar la sana distancia; que el regreso a clases será voluntario y que la reapertura de cada escuela será libremente decidida por los padres de familia y la comunidad escolar. Han hablado del gel antibacteriano, la toma de la temperatura y el uso de cubrebocas, pero no precisan quién se hará cargo del aprovisionamiento de esos materiales. Es fácil ver que el retorno voluntario y la apertura democráticamente decidida de cada escuela, aun en el caso de que sean ciertos, no resuelven las carencias de que hablamos ni eliminan, por tanto, el peligro que corre la salud de la comunidad escolar. Se trata de una astuta maniobra para echar sobre padres, madres y comunidad una responsabilidad que es, claramente, del gobierno y de la SEP.
GOTITAS DE AGUA:
En su desmesurada egocracia del Presidente, está dispuesto a jugarse la vida de la flor y nata de la juventud mexicana y de buena parte de los intelectuales al servicio de la educación, (los maestros), con tal de vencer y humillar a sus supuestos enemigos. ¿Tiene derecho el Presidente a hacerlo? ¿Tiene derecho cualquier gobierno, cualquier gobernante del mundo, a apostar la vida de sus ciudadanos con tal de imponer a rajatabla su voluntad? Evidentemente que no. Y hacerlo es no solo un grave error, sino un delito que, en última instancia, deberá impedir el pueblo consciente y organizado. La tarea, por tanto, es esa: educarnos y organizarnos para tomar en nuestras manos las riendas de la nación. Para el bien de todos sus hijos. Sin excepciones. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos el Lunes”…