Ad Honorem Alger Uriarte Zazueta Desde el inicio del año pasado escuchamos por los diferentes medios y plataformas la irrupción de una pand...
Ad Honorem
Alger Uriarte Zazueta
Desde el inicio del año pasado escuchamos por los diferentes medios y plataformas la irrupción de una pandemia. Las noticias sobre este fenómeno llegaban inicialmente de China, después, de Europa. Avanzaban los contagios y las muertes. Las proyecciones estimaban que, lo ocurrido en aquellos lugares, tardaría dos meses en extenderse a América y, claro, a México. Y sucedió lo que las autoridades médicas del mundo, -no así las del país-, habían pronosticado. El problema llegó, se instaló implacable y en la cúspide crítica permanece hasta la fecha.
Esta semana se cumple un año del anuncio de la Organización Mundial de la Salud de que la propagación del covid constituía una pandemia. En México, han transcurrido doce largos y penosos meses que estancaron la vida pública y privada; cobrado cientos de miles de decesos; agotado a la población, y mermado drásticamente las relaciones humanas y la actividad educativa, productiva y social. En la adversidad el esmerado esfuerzo y entrega sin igual de los cuerpos médicos y personal de apoyo y logística, que afrontan sin descanso su trabajo con firmeza y humanidad -que nunca debemos olvidar y siempre agradecerles- combatieron exhaustos la creciente enfermedad, pero imposible abatirla.
La gente se confinó un par de meses, y decidió, igual que el gobierno federal y algunos estatales, abandonar gradualmente el encierro. No tiene caso detenernos en las razones, muy justificadas, para quienes necesariamente requieren trabajar y exponerse, con el riesgo personal y familiar, para conseguir el sustento vital, más no todos.
El balance de la enfermedad en el país ha sido desastroso, es el peor del planeta. Para vergüenza internacional el titular del ejecutivo y las autoridades sanitarias mexicanas, calamitosas como son, cada día tropiezan, -como lo hicieron desde el inicio de la pandemia -, en una incomprensión frívola sobre la tragedia. A pesar de las recomendaciones de los organismos mundiales, de prácticas exitosas de otros países y de las voces locales experimentadas en materia de salud, desestimaron la oportunidad ante la urgencia, con un diagnóstico errado, sin estrategia, ni alcances en la materia, y con el ejemplo nocivo de despreciar las elementales medidas de protección personal y colectivas.
El gobierno mexicano dislocó el toral binomio: salud-economía, que va a la atención social y al bienestar. Equivocados en todo momento, con la complacencia de buena parte de autoridades de entidades federativas, dieron al traste en cada paso, sin estar nunca a la altura que exigía el reto. El desapego a la responsabilidad histórica se correspondió a la falta de seriedad en las palabras.
En la desventura y ausencia de argumentos...la confusión abraza peligros y los temores circundan el ambiente.
Y gran parte de la población se aventuró o intentó reincorporarse a sus rutinas. Lo hicieron quienes así pudieron. Muchas actividades, negocios y empleos, quedaron limitados o se perdieron; entonces, las rutinas se modificaron o desaparecieron.
En la crisis sanitaria, lo cierto es que la población ya no regresa ni la devuelven al encierro.
Millones de personas conscientes han atendido de manera responsable los cuidados, permanecen en resguardo y evitan salir innecesariamente. En la catástrofe muchos corazones laten con impaciencia ante los acontecimientos. Por el contrario, muchos otros, se alejaron de los protocolos y precauciones, con desdén consigo mismos y con sus semejantes. Estos comportamientos descuidados elevan exponencialmente los contagios a niveles peligrosos.
¿Qué ocurre con segmentos numerosos de la sociedad a quienes parece no importarles la trágica situación? ¿La muerte ronda por todos lados, será que no sienten pena ni dolor?¿Acaso en su indiferencia no le temen a los desenlaces de la enfermedad? ¿El sentido enigmático de la muerte en la cultura mexicana; los presagios y la visión en torno a ella, forman parte de nuestro ADN?
¿México, no le temes al más allá?
Continuará...