Entre Veredas Marco Antonio Lizárraga “No puede haber una revolución total sino una revolución permanente. Como el amor, es el goce fund...
Entre Veredas
Marco Antonio
Lizárraga
“No puede haber
una revolución total sino una revolución permanente. Como el amor, es el goce
fundamental de la vida”, Max Ernst (1891-1976) Pintor y escultor alemán.
AROMA DE MUJER
México vive un
momento histórico: por primera vez, una mujer ocupa la Presidencia de la
República.
La llegada de
Claudia Sheinbaum Pardo al poder no solo simboliza la consolidación de la
paridad política en el país, sino también un cambio profundo en la forma de
entender el liderazgo y la toma de decisiones.
Este nuevo
contexto nacional coloca a estados como Sinaloa frente a una posibilidad
inédita: que en el próxImo proceso electoral de 2027, una mujer encabece la
gubernatura.
La elección de
una presidenta ha roto un paradigma histórico y abre un espacio real para que
los liderazgos femeninos se consoliden en todos los niveles.
En Sinaloa, el
terreno político comienza a mostrar esa transformación: cada vez más mujeres
dirigen instituciones, presiden municipios o encabezan agendas públicas con
peso propio.
Dentro de
Morena, partido dominante en el estado, se perfilan cuatro figuras que
representan distintas vertientes de ese nuevo liderazgo: Estrella Palacios
Domínguez, Graciela Domínguez Nava, Imelda Castro Castro y María Teresa Guerra
Ochoa.
La presidencia
de Sheinbaum ha demostrado que la conducción de una mujer no implica un cambio
simbólico, sino una redefinición de las prioridades del poder.
Su estilo de
gobierno —más técnico, dialogante y con un enfoque en la sustentabilidad, la
ciencia y la justicia social— ha despertado expectativas de que otros estados
sigan la misma ruta.
Sinaloa, con su
compleja dinámica política y social, podría beneficiarse de ese mismo tipo de
liderazgo: más empático, menos confrontativo y enfocado en la gestión de
resultados tangibles.
Las mujeres han
demostrado históricamente una mayor capacidad de negociación, un sentido más
horizontal del poder y una inclinación natural hacia la construcción de
consensos.
En una entidad
que ha enfrentado grandes desafíos en materia de seguridad, desigualdad y
desarrollo regional, estos atributos se vuelven estratégicos.
Estrella
Palacios, hoy alcaldesa de Mazatlán, ha mostrado un estilo de gestión ordenado,
enfocado en el turismo y la proyección internacional del puerto.
Su experiencia
administrativa y su conexión con el sector productivo la colocan como una
figura de continuidad con visión económica.
Graciela
Domínguez, diputada federal y exsecretaria de Educación, representa el perfil
técnico y político.
Su capacidad
para navegar estructuras gubernamentales complejas y su experiencia legislativa
la hacen una opción sólida para la gobernabilidad.
Imelda Castro,
senadora de la República, simboliza la voz institucional y la experiencia
política. Con una carrera que combina militancia, pensamiento crítico y
participación nacional, encarna la madurez política que Sinaloa podría requerir
para consolidar su desarrollo.
María Teresa
Guerra, abogada y activista, aporta una visión profundamente social. Su trabajo
en favor de los derechos humanos y la igualdad de género introduce un enfoque
ético y humanista que podría renovar la relación entre gobierno y ciudadanía.
Diversos
estudios y experiencias en gobiernos locales y nacionales demuestran que cuando
las mujeres asumen posiciones de poder, se fortalece la transparencia, se
mejora la eficiencia administrativa y se incrementa la atención a políticas
públicas sensibles, como la salud, la educación, el bienestar social y la
seguridad con perspectiva humana.
En Sinaloa, un
gobierno encabezado por una mujer podría representar un giro hacia una política
de cercanía y reconstrucción del tejido social, especialmente en un contexto
donde la violencia, la desigualdad y la falta de oportunidades siguen marcando
la agenda pública.
Más allá de los
nombres, lo que está en juego en 2027 es la posibilidad de consolidar una nueva
etapa en la política sinaloense: una donde el liderazgo se mida no por la
fuerza del discurso, sino por la eficacia, la empatía y la visión de largo
plazo.
La presencia de
una presidenta en el país y la posibilidad de una gobernadora en Sinaloa
representan más que un avance de género: constituyen un reacomodo de las
estructuras políticas hacia una participación verdaderamente incluyente. En una
sociedad que ha sido históricamente conservadora en ciertos aspectos, la
oportunidad de que una mujer encabece el gobierno estatal sería también un acto
de modernización cultural.
El 2027 podría
ser el año en que Sinaloa dé un paso más en la construcción de una política más
equitativa, plural y humana. No se trata solo de una alternancia de género,
sino de una evolución natural de la democracia sinaloense, que, por primera
vez, podría ver en una mujer la oportunidad de conducir su destino con visión,
sensibilidad y firmeza.
INSTALACIÓN
La confirmación
del gobernador Rubén Rocha Moya sobre la próxima construcción de un cuartel de
la Guardia Nacional en Mazatlán abre un debate interesante sobre el modelo de
seguridad pública que se busca consolidar en Sinaloa.
Más allá del
anuncio, el proyecto invita a reflexionar sobre el equilibrio entre
infraestructura, presencia institucional y percepción ciudadana, tres elementos
que definen la eficacia de cualquier estrategia de seguridad.
De acuerdo con
lo expresado por el mandatario estatal, la propuesta fue presentada por el
general Ricardo Trevilla Trejo, titular de la Secretaría de la Defensa Nacional
(Sedena), y responde a la necesidad de reforzar la presencia territorial en el
puerto.
La intención es
instalar una base que permita a la Guardia Nacional —descrita como una policía
de “proximidad” y más “amigable” con la ciudadanía— fortalecer el patrullaje y
la capacidad de respuesta ante los incidentes delictivos.
El contexto en
el que se anuncia esta obra no es menor. Mazatlán, principal polo turístico de
Sinaloa, ha experimentado un repunte de hechos delictivos, aunque el propio
gobernador ha señalado una disminución del 19 % en la percepción de
inseguridad, según datos recientes.
La contradicción
entre percepción y realidad ilustra la complejidad del fenómeno: mientras los
indicadores pueden mejorar, la sensación de riesgo persiste si la presencia
policial no se traduce en confianza ciudadana.
La construcción
de un cuartel no garantiza por sí sola una mejora inmediata en la seguridad,
pero sí representa un paso institucional hacia la consolidación territorial de
las fuerzas federales.
Mazatlán es un
punto estratégico por su puerto, su conexión logística y su actividad
turística; dotarlo de infraestructura permanente puede fortalecer la
coordinación entre los tres órdenes de gobierno, algo indispensable para
prevenir delitos y responder con rapidez a emergencias.
Sin embargo, el
desafío real será lograr que esta nueva base no se perciba solo como un símbolo
de fuerza, sino como una instancia de cercanía y colaboración con la comunidad.
La Guardia
Nacional ha enfrentado críticas por su carácter militarizado, y la apuesta de
un cuartel “amigable” debe traducirse en mayor capacitación civil, protocolos
de atención al ciudadano y respeto a los derechos humanos.
A la par, el
proyecto anunciado para Altata, en Navolato, con la construcción de una base
naval, y la posibilidad de replicar esta estrategia en Culiacán, evidencian una
política de infraestructura de seguridad más amplia.
Estas acciones
reflejan un esfuerzo por distribuir la capacidad operativa del Estado y
asegurar presencia institucional en puntos clave de la geografía sinaloense.
Desde una
perspectiva objetiva, la iniciativa tiene aspectos positivos: genera empleos
temporales durante su construcción, refuerza la presencia disuasiva y podría
mejorar la coordinación interinstitucional.
No obstante,
también plantea interrogantes sobre la sostenibilidad presupuestal, el uso
estratégico del espacio urbano y la evaluación de resultados, temas que deberán
abordarse con transparencia.
En síntesis, el
anuncio de Rocha Moya no es un hecho aislado, sino parte de un proceso de
modernización del aparato de seguridad en Sinaloa.
Si se gestiona
con planificación, respeto a la ciudadanía y una visión integral, el cuartel de
Mazatlán podría convertirse en un punto de inflexión entre la seguridad
reactiva y la seguridad preventiva.
Su éxito
dependerá, como en muchos otros casos, de que la infraestructura no sea el fin,
sino el medio para reconstruir la confianza ciudadana.
marcoantoniolizarraga@entreveredas.com.mx
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