Sobre el camino Benjamín Bojórquez La estrategia vieja y obsoleta de Raúl Portillo Molina. La huelga como cortina de humo: humo que huele a...
Sobre el camino
Benjamín Bojórquez
La estrategia vieja y obsoleta de Raúl Portillo Molina. La huelga como cortina de humo: humo que huele a fraude. En pocas palabras: este angelito Juega con la idea de la mentira que intenta encubrir el robo. Me explico. En los corredores de la Universidad Autónoma de Occidente, donde alguna vez floreció el pensamiento libre y la vocación académica, hoy se respira el tufo rancio de una grilla barata, tan mezquina como predecible. No es nuevo, pero sí más burdo. Y en el centro de este teatro siniestro, como un actor aferrado a un papel que ya le queda grande, se encuentra Raúl Portillo, esta criatura y actual secretario general del SUTAAUAO, quien lejos de retirarse con dignidad, ha decidido arrastrar al sindicato al abismo junto con su legado descompuesto.
Portillo Molina no solo representa una forma caduca y clientelar de ejercer el poder sindical; encarna el síntoma de una enfermedad más profunda: la degradación del liderazgo al servicio de intereses personales, la traición disfrazada de representación, y la hipocresía de quienes, parapetados en la defensa de los trabajadores, son los primeros en clavarles el puñal por la espalda.
El intento de emplazamiento a huelga, en este contexto, no es un acto de defensa legítima ni una lucha por derechos laborales. Es, más bien, una maniobra de distracción, un desesperado último acto para ocultar un escándalo vergonzoso: el desvío de 5.3 millones de pesos del fondo de vivienda del sindicato, dinero que pertenece a los trabajadores y que fue transferido a doce cuentas particulares como si fueran limosnas de un botín en disputa. Un año y fracción ha pasado desde que se interpuso la denuncia y el silencio por parte de las autoridades sindicales ha sido la constante. ¿Dónde están las autoridades? ¿Dónde está la justicia?
Raúl Portillo prefiere gritar “huelga” para no tener que responder tres preguntas esenciales que lo persiguen como espectros: ¿Cómo se repondrá el dinero robado a los trabajadores? ¿Por qué ese dinero terminó en cuentas particulares? ¿Y se usaron esos recursos para alimentar la guerra sucia por el poder en la UAdeO?
La comunidad universitaria, hartamente vapuleada, no es tonta. Ha comenzado a despertar de la anestesia sindical que por años ha mantenido a flote a figuras como Portillo. Porque más allá del ruido de las arengas y de los chantajes laborales, lo que verdaderamente se está gestando es un hartazgo colectivo, una sed de renovación que exige no solo justicia, sino una refundación ética del sindicalismo universitario.
Raúl Portillo quiere maquillar su último año con una épica que no existe, justificando su mediocridad con un conflicto inventado. Pero los trabajadores ya no están dispuestos a ser cómplices ni rehenes. Lo que está en juego no es solo la gobernabilidad de la universidad, es la posibilidad de que resurja una nueva conciencia gremial, libre de simuladores, oportunistas y saqueadores.
Porque cuando el liderazgo se convierte en un escudo para ocultar la corrupción, cuando el sindicalismo se degrada en clientelismo chantajista, y cuando se manipula a los trabajadores para sostener estructuras moribundas, lo único que queda es el colapso. Y ese colapso, más temprano que tarde, alcanzará a quienes se creían intocables.
GOTITAS DE AGUA:
La UAdeO no necesita más grillas ni más caudillos. Necesita verdad, justicia y una reconciliación real con su misión académica. Si Raúl Portillo quiere seguir interpretando el papel de mártir, amenazando con el petate del muerto, que lo haga. Pero la historia no lo absolverá. Y mucho menos lo recordará con respeto. Y esto da para mucho más. Dejaremos tinta para una u otra entrega más. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”…