Sobre el camino Benjamín Bojórquez Dicen que los pueblos no se equivocan, pero callan. Y en ese silencio cómplice, los liderazgos podridos...
Sobre el camino
Benjamín Bojórquez
Dicen que los pueblos no se equivocan, pero callan. Y en ese silencio cómplice, los liderazgos podridos prosperan como moho en la humedad del poder impune. La situación que atraviesa el sindicato de la (UAdeO) encabezado por Raúl Portillo Molina es un espejo que devuelve una imagen cruda y vergonzosa de lo que pasa cuando la democracia sindical es reemplazada por el dedazo, la simulación y el desprecio a la legalidad.
Cuando los colaboradores más cercanos abandonan el barco, no es por tormenta, sino porque huele a hundimiento moral. Que el Secretario de Deportes, de Prestaciones, de Prestaciones Sociales, la Secretaria de Comunicación, la contadora de la JAFE y, más recientemente, la presidenta de la Comisión de Honor y Justicia, hayan renunciado en cadena, es un mensaje elocuente: no todos están dispuestos a ser cómplices del cinismo.
Aquí no hablamos de diferencias personales ni desacuerdos menores. Hablamos de un sistema corrupto que pretende sostenerse mediante nombramientos ilegítimos y votaciones fantasmas que excluyen a la mayoría de los agremiados. ¿Dónde queda la voluntad colectiva? ¿En qué rincón se escondió el principio básico de representación democrática?
La designación de Alfonso Páez y, en mayor gravedad, la de Adrián López Beltrán como Secretario de Finanzas, representan no solo una falta de legalidad, sino una traición abierta a la confianza de los trabajadores. ¿Cómo puede alguien custodiar el dinero de todos, incluyendo cuotas sindicales y aportaciones de vivienda, cuando ni siquiera cuenta con el aval legal del Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral?
Estamos ante una operación política sin legitimidad ni ética, una especie de "golpe técnico" dentro del Sindicato Único de Trabajadores Académicos y Administrativos de la Universidad de Occidente (UAdeO), donde se usan mecanismos aparentes de legalidad para imponer decisiones unilaterales. La palabra democracia queda reducida a un membrete vacío, y el sindicalismo, que debería ser trinchera de justicia y defensa de los trabajadores, se convierte en una oficina de intereses personales.
El fondo de esta crisis no es solo legal: es profundamente filosófico. ¿Qué significa representar? ¿Qué sentido tiene hablar de liderazgo cuando este se ejerce sin el consentimiento ni la participación de la base? Un sindicato que no escucha, que no consulta, que impone, no es sindicato: es un feudo.
La legitimidad no se decreta ni se impone: se construye. Y se construye con participación, con respeto a las reglas y, sobre todo, con ética. Lo contrario es el poder sin alma, el autoritarismo disfrazado de organización.
GOTITAS DE AGUA:
Hoy, los sindicalizados tienen la obligación de despertar. No se trata solo de defender su dinero, sino de recuperar su dignidad. La renuncia de los colaboradores que se niegan a ser comparsas del abuso debe ser faro, no anécdota. La historia no perdona la cobardía, pero premia la decencia.
Si no se recupera la legalidad, si no se restituye la participación amplia y democrática, lo que hoy vive este sindicato no será una crisis temporal, sino el inicio de su ruina moral. Porque un sindicato sin ética es una trampa disfrazada de escudo. Y un líder sin legitimidad no es más que un tirano con traje de burócrata. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”...