La joven escribió desesperada durante más de una hora en un grupo de jornaleros, mientras la vivienda era atacada a balazos y con explosivo...
La joven escribió desesperada durante más de una hora en un grupo de jornaleros, mientras la vivienda era atacada a balazos y con explosivos; vecinos denunciaron que las autoridades tardaron más de tres horas en acudir.
Mazatlán, Sinaloa.– Desde las 04:00 de la madrugada del domingo 7 de diciembre, Daniela, una de las dos personas localizadas sin vida en el interior de una vivienda baleada e incendiada en la colonia Sixto Osuna de Villa Unión, estuvo pidiendo ayuda en un grupo de WhatsApp. Sus mensajes, escritos en medio del terror, no recibieron auxilio oportuno.
“Llamen, nos están atacando a nosotros”, escribió a las 4:04 de la madrugada en un chat de jornaleros con quienes trabajaba. Segundos después insistió: “Por favor llamen a la policía”.
Pero el miedo ya se escuchaba desde antes. Vecinos aseguran que los disparos comenzaron minutos después de las 03:00 de la mañana sobre la calle Manuel Arroyo. Algunos residentes, entrevistados tras los hechos, relataron que intentaron comunicarse al número de emergencias en repetidas ocasiones sin obtener respuesta. Llamaron al 911, al 089, al 088 de la Guardia Nacional. Nadie respondió. Nadie llegó.
Testigos escucharon al menos tres explosiones provocadas por artefactos improvisados que incendiaron la vivienda. Otros explosivos no detonaron y fueron asegurados más tarde por personal antibombas de la Marina. Durante horas, el estruendo de disparos se mantuvo en la zona. Todavía después de las 06:00 de la mañana podían escucharse ráfagas.
Las autoridades llegaron finalmente alrededor de las 07:00 a atender el reporte; algunos vecinos aseguran que fueron cerca de las 07:30. Para entonces, Vicente y Daniela ya estaban sin vida dentro de la casa. Ambos se dedicaban a contratar y trasladar jornaleros agrícolas hacia los campos del sur de Sinaloa para labores de siembra y cosecha de chiles. Se estima que cerca de mil familias de las colonias Sixto Osuna y Ejidal dependían laboralmente de ellos.
Los propios vecinos sofocaron el fuego como pudieron. Bomberos, dijeron, tampoco llegaron a tiempo. Cuando por fin acudieron corporaciones de los tres órdenes de gobierno —Policía Municipal, Policía de Investigación, Ejército, Guardia Nacional y Marina— el daño ya estaba hecho, y la comunidad aún no terminaba de comprender la magnitud de la tragedia.
La calle Manuel Arroyo quedó marcada por casquillos, los restos de explosivos y el eco de los mensajes que nunca fueron atendidos.
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