Columna periodística Carlos Avendaño Aguaruto: la penitenciaría del descontrol. Lo ocurrido en el penal de Aguaruto, en Culiacán, no es una...
Columna periodística
Carlos Avendaño
Aguaruto: la penitenciaría del descontrol. Lo ocurrido en el penal de Aguaruto, en Culiacán, no es una anécdota menor ni un incidente aislado. Se trata de una alerta roja institucional: una muestra flagrante del nivel de descomposición, corrupción y permisividad con el que se opera desde hace tiempo, pero que, en pleno contexto de confrontación criminal, ya no puede ser maquillado ni con discursos ni con “comunicados en revisión”. Fiel a su estilo, el todavía gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, ofreció declaraciones tan evasivas como siempre: “estamos revisando los acontecimientos para estudiarlos detenidamente”. Es decir: no sabemos nada, pero ya estamos preparando cómo justificarlo. Pero estamos hablando, nada más y nada menos, que de un acto de violencia armada dentro de un penal. Sí, dentro de un espacio que debería estar bajo absoluto control del Estado. Y si el gobierno estatal no puede ejercer autoridad dentro de una prisión cercada, custodiada y vigilada, ¿Qué puede esperar un ciudadano común y corriente que camina por las calles de Culiacán con miedo de cruzarse una balacera? La lista del horror no es inventada. Es oficial: 25 armas aseguradas, incluyendo 10 ametralladoras y una subametralladora. Cocaína, mariguana, granadas, explosivos hechizos. Docenas de cargadores para armas largas y cortas. Y como la cereza del pastel, un túnel de 5 metros de profundidad y 15 metros de largo, perfectamente oculto bajo una cama, cubierto con concreto. ¿Quién necesita planos para fugarse si puedes hacer excavaciones bajo la vista gorda del Estado? La pregunta es inevitable: ¿Nadie escuchó el estruendo de los picos, las palas y el concreto siendo removido? ¿Nadie notó los montones de tierra saliendo del penal como si se tratara de una obra pública clandestina? Una vez más, el penal de Aguaruto queda al descubierto como lo que realmente es: una zona franca de corrupción, donde celadores, directivos y autoridades estatales juegan a no ver ni oír nada, mientras los reos montan su propio narco-ecosistema con aire acondicionado, pantallas planas y miniarsenal incluido. Y no es la primera vez, ni será la última. Porque después de cada escándalo, viene el teatro habitual: remueven al director, castigan a un par de custodios y esperan el siguiente capítulo de esta tragicomedia sinaloense. ¿Reinserción social? Por favor. Si acaso, reinserción criminal con comodidades premium. Y mientras todo esto sucede, surge la gran pregunta: ¿De cuánto estamos hablando para que todo esto funcione con semejante eficiencia? ¿De qué tamaño es la colusión para que las armas pasen, la droga fluya, los túneles se excaven y el silencio se mantenga? ¿Dónde quedó aquel discurso del presidente López Obrador cuando prometía que la corrupción se barrería “de arriba para abajo, como las escaleras”? Pues parece que ni la escoba apareció, ni se ha barrido un solo peldaño desde que MORENA llegó al poder. En Aguaruto no hay ley, hay impunidad con licencia oficial. Y lo peor, es que ya ni siquiera nos sorprende…
Silencio sepulcral… desde el Palacio Municipal de Culiacán. Una regidora -de esas que aún no se acomodan del todo en la nómina- se atrevió a decir lo que todo mundo ya sabe, pero que pocos se animan a gritar: la violencia en Culiacán sigue exactamente igual que hace ocho meses, como si el reloj se hubiera detenido en el día más sangriento del calendario. Y mientras afuera suenan los disparos, adentro reina el silencio institucional. ¿El gobierno? Callado. ¿Los resultados? Inexistentes. ¿Los canales de participación ciudadana como los consejos y el cabildo abierto? En coma inducido, por obra y gracia del H. Ayuntamiento de Culiacán, que parece más interesado en cortar listones que en abrir espacios de diálogo. Porque claro, escuchar a la ciudadanía no genera likes ni contratos. Esto no es un simple tropiezo operativo. Es una crisis de gobernabilidad con todas sus letras. Cuando el gobierno se encierra en sí mismo, cuando la ciudadanía deja de tener voz, y cuando las decisiones se toman en oficinas blindadas con aire acondicionado, el problema ya no es la violencia: es la complicidad pasiva del poder. El mensaje es por demás clarísimo: no importa cuán grave está la situación en las calles -balaceras, desplazamientos, miedo- mientras los expedientes estén firmados y las fotografías salgan por demás bien. Si la ciudad se desangra, que al menos se vea bien en las redes sociales. Y sí, pedir que la sociedad se organice y que exija respuestas es necesario, pero también es profundamente injusto. Porque no le toca a la ciudadanía hacer el trabajo del gobierno. La gente ya de por sí está pagando los impuestos, pero ahora los ya paga con miedo, y ya hasta lo paga con vidas humanas. Lo mínimo, lo básico, lo elemental, es que el gobierno escuche, actúe, y les dé la cara a la ciudadanía. Pero en Culiacán, ni lo uno ni lo otro ni lo mínimo ocurre. Aquí, el Estado ni protege ni dialoga, pero eso sí: cobra puntualmente cada quincena…
La Senadora, Paloma Sánchez Ramos, lanzó enérgico llamado al Gobierno Federal y autoridades estatales, para que atiendan urgentemente la grave crisis de inseguridad que vive Sinaloa, particularmente Mazatlán, donde los niveles de violencia, de desapariciones, de afectaciones económicas y sociales, alcanzaron niveles alarmantes.“Hoy es el día 252 de violencia en Sinaloa, hemos registrado 1,313 asesinatos, 1,435 personas desaparecidas, 39 niños asesinados, 4,953 vehículos robados, 30,000 millones de pesos en pérdidas económicas, 25,000 empleos perdidos y más de 1,000 empresas cerradas; estas cifras crecen todos los días y reflejan el sufrimiento de miles de familias sinaloenses”, denunció la Senadora.Sánchez Ramos, aseguró que la situación impacta gravemente a todos los sectores, incluyendo municipios que antes estaban ajenos a la narcoviolencia, “Hoy en Sinaloa ya nadie se siente seguro, si no tienes a un familiar que ha sido víctima de secuestro, conoces a alguien que ha cerrado su negocio o que ha perdido a un ser querido a causa de esta crisis”, añadió.Asimismo, destacó el daño que la violencia ha provocado en el sector turístico, pilar económico de Mazatlán, “los hoteleros, restauranteros y empresarios lo dicen, la ocupación ha bajado, la derrama ha disminuido y la percepción de inseguridad ahuyenta a visitantes; quien diga lo contrario, que salga a las calles, que vea con sus propios ojos lo que está pasando”, apuntó…
Sin Redundar y diciendo las cosas tal y como son. Suyos los comentarios estimados lectores…