Sobre el camino Benjamín Bojórquez En los pasillos del poder, la fidelidad política es una palabra que se prostituye con facilidad. Hay qui...
Sobre el camino
Benjamín Bojórquez
En los pasillos del poder, la fidelidad política es una palabra que se prostituye con facilidad. Hay quienes la pronuncian con orgullo, con el rostro altivo y la voz templada, como si llevaran el estandarte de la integridad. Pero basta rascar un poco para encontrar lo que realmente hay debajo: ambición, resentimiento y un ansia interminable de poder.
Muchos de los que hoy presumen lealtad partidista, particularmente, en Sinaloa, lo hacen desde el mullido sillón de un cargo público, sabiendo que en el proceso electoral de 2027 no necesitarán caminar una sola calle ni tocar una sola puerta. La plurinominal los espera como un boleto de avión en primera clase. Algunos, más osados o con mejor maquinaria detrás, se aventurarán por la vía del voto, pero no por principios ni por amor a la democracia, sino porque el poder, ese opio moderno, es una adicción que no sueltan ni por un segundo.
Los que ayer gritaban contra el sistema, hoy lo abrazan cuando se les promete un puesto en la comuna o una dirección bien pagada. Los que brincaron del barco de la oposición no lo hicieron por convicciones renovadas, sino porque el viejo barco ya no les ofrecía camarote. Y lo más perverso no es el salto, sino el silencio. El silencio cómplice que guarda la historia de su relego, de su derrota interna, de su mediocridad disfrazada de principios.
Les arde. Les irrita el cambio porque no pasa por su escritorio. Porque por primera vez en décadas, los acuerdos no los incluyen. La política ya no les sirve el desayuno y ahora gritan que el país está en ruinas. No porque les importe la gente, sino porque extrañan la época dorada en la que el país era su tarjeta exclusiva, donde unos pocos decidían el destino de millones.
En Sinaloa, basta ver a la oposición con cargos públicos. Son los mismos rostros, los mismos apellidos, las mismas promesas vacías. Esos que ya han probado el rábano varias veces y quieren repetir el plato. Quieren volver al congreso, a las oficinas climatizadas, a los jugosos contratos, a los cargos de “primerísimo nivel”. Y mientras tanto, se atreven a criticar a los chapulines y a la izquierda radical con el mismo cinismo con el que se subirán a la próxima boleta electoral. Sin una pizca de pudor, y algunos de ellos, sin compromiso alguno con la ciudadanía.
La verdad ha dejado de ser una herramienta para iluminar al pueblo y se ha convertido en un escudo para proteger intereses personales. La utilizan como espada cuando les conviene, y la esconden bajo la mesa cuando les amenaza. ¿Dónde está la vergüenza? ¿Dónde está el respeto al servicio público? A juicio personal, no tienen calidad moral.
Se dicen servidores, pero actúan como señores feudales. Se dicen demócratas, pero se comportan como actores de una tragicomedia política donde el único libreto es el de su supervivencia personal.
GOTITAS DE AGUA:
La política no debería ser el arte de mentir con elegancia, sino el ejercicio honesto de la voluntad popular. Pero en este país, y en este estado, lo hemos olvidado. Y ellos, los camaleones del poder, siguen ahí, esperando su turno, disfrazados de salvadores mientras se frotan las manos para volver al banquete.
No olvidemos, porque si olvidamos, ellos regresan, y en el peor de los casos, vuelven como esos salvadores que nunca han sido. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”...