Mazatlán, Sin.- Era una noche ordinaria para los 42 pasajeros que viajaban en un autobús urbano, muchos de ellos agotados tras una larga jor...
La mayoría de los pasajaeros se dirigían a casa en busca de un merecido descanso. Los niños dormían en los brazos de sus madres, los estudiantes revisaban sus notas y los trabajadores pensaban en la cena que los esperaba. Sin embargo, esos planes se truncaron abruptamente. En una de las vialidades más transitadas, la Avenida Santa Rosa, sobre las vías del ferrocarril, ocurrió una tragedia que nadie podría haber previsto.
Cuentan los sobrevivientes, familiares y compañeros que la imprudencia del conductor del autobús fue la causa del fatal accidente. En su intento de ganarle el paso al tren, provocó un choque brutal que resultó en la pérdida de 34 vidas y dejó a muchos otros heridos. Los testimonios relatan que el conductor no midió el riesgo y llevó a sus pasajeros directamente al desastre, convirtiendo una noche tranquila en una escena de horror.
Lo que solía ser un lugar de eventos deportivos y recreativos, la cancha Germán Evers, se convirtió en una morgue improvisada en cuestión de minutos. Allí, los cuerpos de los fallecidos fueron alineados para que sus seres queridos los reconocieran. En el lugar del accidente, bomberos, paramédicos y otras autoridades trabajaron sin descanso. Entre ellos estaban héroes anónimos como el bombero Mauricio, quien encontró el cuerpo de su propia hermana, una trabajadora de la Cruz Roja, entre las víctimas.
Los primeros en llegar al lugar del siniestro fueron los bomberos, seguidos por paramédicos y otras autoridades locales. La escena era dantesca: cuerpos yacían esparcidos, algunos aún dentro del autobús destrozado. Mauricio, un bombero veterano, se encontró con la difícil tarea de rescatar a las víctimas y, en medio de su labor, descubrió que su hermana estaba entre los fallecidos. A pesar del dolor personal, continuó trabajando, demostrando una valentía y dedicación incomparables.
Mazatlán, una ciudad conocida por su belleza y su vibrante vida, se vio sumida en el dolor y la tristeza. La comunidad entera se unió en luto, recordando a las víctimas y apoyando a las familias afectadas. La cancha Germán Evers, que antes era sinónimo de alegría y deportes, se convirtió en un lugar de duelo y reflexión.
Hoy, un obelisco a unos pasos del cruce ferroviario en la avenida Santa Rosa recuerda la tragedia. Aunque se propuso cambiar el nombre de la avenida a 31 de Mayo en memoria de los fallecidos, hasta ahora solo se ha realizado un cambio moral, sin oficializarse. Este año, el homenaje habitual no se llevó a cabo debido a problemas de agenda, pero el Gobierno Municipal de Mazatlán, encabezado por el alcalde Édgar González, apoyó con la pintura y el retoque del obelisco. El obelisco sirve como un recordatorio constante del fatídico evento y de las vidas perdidas.
Las versiones sobre el destino del chofer varían; algunos dicen que enloqueció en la cárcel, mientras que otros aseguran que nunca se hizo justicia. Independientemente de la verdad, lo que es cierto es que la memoria de aquel fatídico día sigue viva en la comunidad. La herida, aunque ha pasado el tiempo, no ha sanado del todo. Casi tres décadas después, los mazatlecos aún recuerdan con dolor y reverencia a quienes perdieron la vida y a los héroes que surgieron en medio de la tragedia.
El 31 de mayo no es solo una fecha en el calendario; es un día que Mazatlán recuerda con dolor y reverencia, honrando a quienes perdieron la vida y a los héroes que surgieron en medio de la tragedia. Es un recordatorio de la fragilidad de la vida y de la importancia de la prudencia. La comunidad sigue adelante, pero nunca olvida a aquellos que fueron arrebatados tan brutalmente. La tragedia del trenazo ha dejado una marca indeleble en el corazón de Mazatlán, un recordatorio de la importancia de la seguridad y la responsabilidad en cada acción que tomamos.