Sobre el camino Benjamín Bojórquez Olea. A fines del siglo XX el filósofo francés Bernard Manin en su libro “Los principios del gobierno re...
Benjamín Bojórquez Olea.
A fines del siglo XX el filósofo francés Bernard Manin en su libro “Los principios del gobierno representativo”, describe el proceso mediante el cual la democracia de partidos de masas se va transformando en lo que él denomina “democracia de audiencias”, cuya característica principal es la metamorfosis de los partidos en máquinas de propaganda y la supremacía de los liderazgos por sobre las estructuras políticas. La ciudadanía se informa a través de los medios (ahora también de las redes sociales) y decide su voto sin necesidad de la intermediación partidaria. El modelo ha transformado a los asesores de imagen y marketing político en las figuras más relevantes de las campañas electorales ya que la imagen de los candidatos es un atributo más trascendente que el proyecto que defienden. Estas transformaciones derivaron en una degradación del rol doctrinario de los partidos y vaciaron a la política como ámbito de debate de ideas en la búsqueda del bien común. Hoy fuimos testigos de una campaña donde las identidades políticas desaparecieron, así el oficialismo se denomina “la Cuarta Transformación”, la coalición opositora más importante se llama “Vamos Juntos por México”. En ninguna de las denominaciones de las alianzas existe indicio alguno de las ideas que pretenden representar; es más, podríamos componer una oración que incluya el nombre de todas sin caer en contradicción ideológica alguna. La estrategia en las pasadas elecciones en Sinaloa fueron priorizar una supuesta cercanía con el votante, sean cuales fueren sus convicciones, por sobre las identidades que expresan ideales políticos. Seguramente los asesores de marketing han hecho valer la regla: a menor nivel de definición mayor posibilidad de captación y percepción. No solo fue el tema de facto, también se dio la apertura y fragmentación de partidos, no connotan ningún principio, ningún ideal, ningún compromiso, son denominaciones que escamotean las ideas y son aptas para contener cualquier posición. Si bien la invisibilización que se dieron en las pasadas elecciones en Sinaloa, de las identidades políticas es un problema serio, no es el más grave. Junto a esta indiferenciación en las denominaciones hay una ausencia casi absoluta de planes. La campaña transcurrió planteando, por parte del oficialismo, una nueva “contradicción principal”: el amor versus el odio, la lucha contra los “odiadores” ha venido a reemplazar a la Liberación o Dependencia de otras épocas políticas. Las fuerzas políticas que compitieron en la elección legislativa (y sus candidatos) tienen la responsabilidad indelegable de fortalecer la democracia y para ello es indispensable que se comprometan con uno de los principios de la representación política: Hacer conocer a los eventuales representados (ciudadanos) cuál es el programa que ejecutarán para dar respuesta a los desafíos que enfrenta Sinaloa.
GOTITAS DE AGUA:
Una grave crisis de credibilidad afecta a los partidos y a los dirigentes. Uno de los caminos para recuperar la confianza es encontrar formas novedosas que permitan a la ciudadanía participar del debate de ideas y recobrar el compromiso ético de la acción política. La participación ciudadana puede evitar la manipulación dirigencial en la formación de las listas y revitalizar a los partidos, caso contrario avanzará el descreimiento mientras la dirigencia acata las directivas de los especialistas en marketing político y observa, resignada, como la democracia representativa se debilita por cundinas. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…